Este proyecto multimedia con una duración de tres años, cuenta la historia de uno de los pueblos originarios más importantes de México, revelando su riqueza cultural, su ecosistema agrícola único en el mundo y espectacular hogar en los humedales y su compleja lucha por la supervivencia.
La creación de este proyecto solo fue posible gracias a la guía y generosidad de la comunidad chinampera, así como a la ayuda de numerosas personas frente a la cámara y trabajando detrás de escena.
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Introducción
A través de la niebla que se forma cada amanecer bajo cielos fríos de un azul oscuro, navegamos entre árboles negros colgantes hacia una laguna en la distancia. Mis guías, los chinamperos Mixtli Barrera Fernández y su padre Felipe Barrera, remaban suavemente su kayak hacia la pequeña isla sagrada que se encontraba en el centro de la laguna. Reunidos en su superficie herbosa y rodeados de grandes cactáceas, miramos a el este, con dirección hacia el venerado Popocatépetl 'Montaña Humeante', mientras pequeñas nubes de gas blanco flotaban desde la cima de su cráter cubierto de nieve, iluminado por los rayos dorados del sol naciente. Sentí como si estuviéramos recreando lo que los ancestros de Mixtli hicieron antes de que los Mexicas llegarán al Valle de México, y que de alguna forma, no ha cambiado mucho. Sin embargo, la realidad es que en tiempos recientes, todo ha cambiado.
Estábamos en el corazón de las Chinampas, una vasta red de islotes y canales hechas por el hombre, ubicadas en el sureste de la Ciudad de México. Estos 'Jardines Flotantes' fueron construidos por primera vez en las orillas de la zona Lacustre del Lago de Xochimilco, uno de los varios lagos interconectados que una vez llenaron el valle ahora cubierto por la capital. Conservado hasta el día de hoy por agricultores de los distintos pueblos y barrios originarios de Xochimilco, conocidos como chinamperos, muchos de los cuales aún hablan su lengua originaria, el náhuatl, este sitio del patrimonio mundial de la UNESCO es reconocido como un Sistema de Patrimonio Agrícola de Importancia Global y, junto con la reserva ecológica al norte, un Humedal de Importancia Internacional RAMSAR bajo la protección del gobierno mexicano.
La agroecología que se practica aquí es altamente productiva, con hasta siete cosechas al año que surten miles de toneladas de alimentos anualmente a los mercados de toda la ciudad. Con solo una fracción de las 21,000 chinampas que actualmente operan, se estima que si el área se restaurara y gestionara adecuadamente, podría proporcionar alimentos orgánicos a los millones de habitantes de la Ciudad de México.
Las chinampas también ofrecen soluciones para lidiar con recursos limitados en un planeta cada vez más cálido e inestable, demostrando cómo un policultivo productivo, sostenible y orgánico puede implementarse dondequiera que las personas vivan cerca de ríos, lagos o pantanos. Desde grandes entornos urbanos hasta pequeñas localidades rurales, los beneficios de los sistemas de campos elevados como estos son significativos. Aumentan la seguridad alimentaria, proporcionando cultivos de alto rendimiento y diversidad, e incluso ganado, mientras se eliminan los alimentos kilométricos, el uso de agroquímicos y plásticos contaminantes.
Para una zona metropolitana abarrotada y calurosa como la capital de México, las chinampas y el humedal fungen como una reserva de agua cada vez más vital, recargando los mantos acuíferos subterráneos que actualmente están casi secos y enfriando las calles de la ciudad en aproximadamente 2 °C
También albergan ricos ecosistemas en una zona donde el área natural se ha reducido considerablemente, y cada hectárea de chinampa captura 110 toneladas de carbono anualmente.
A pesar de todo esto, la Chinampería (como se la conoce colectivamente) enfrenta un futuro incierto. Desde su cultura, agricultura y biodiversidad hasta el humedal al que está vinculada simbióticamente, está bajo amenaza. El número de chinamperos ha disminuido a medida que los jóvenes se mudan a una ciudad que lentamente envuelve su territorio. Los manantiales naturales que una vez llenaron los canales con agua potable han sido desviados a barrios lujosos del centro y reemplazados por aguas negras de plantas de tratamiento, aguas residuales de viviendas ilegales, pesticidas tóxicos, químicos y desechos plásticos de las prácticas agrícolas y de floricultura modernas, a menudo traídas por agricultores de otras regiones.
Muchos de estos problemas se derivan de la apatía o el desprecio hacia las comunidades rurales por parte de la sociedad. Y para muchas personas, las chinampas se han convertido simplemente en un destino turístico de novedad, un lugar para visitar los fines de semana para beber y festejar mientras navegan por los canales. O vienen simplemente por el espacio que la ciudad ya no tiene para la recreación, como los campos de fútbol que se están construyendo sobre chinampas menos rentables.
Sin embargo, una nueva generación apasionada de agricultores y científicos está trabajando por su futuro, implementando proyectos de conservación y rehabilitación, desarrollando ecoturismo responsable y combinando recursos, saberes y tecnología para llegar a consumidores más conscientes de la calidad.
Otro acontecimiento importante ha sido la creación de la primera escuela chinampera que enseña Agroecología, Cultura e Historia, Gastronomía y Medicina Tradicional respaldada por la ciencia. El colectivo agrícola detrás de ella espera que el amplio plan de estudios proporcionado por la Escuela Chinampera Tlamachtiloyan Chinampaneca enseñe a los estudiantes no solo a ser agricultores, sino también a recuperar el sentido de pertenencia a la tierra, a ser mejores seres humanos y a convertirse en los próximos guardianes de la chinampería.
Mientras más conocía la historia de los chinamperos, más fascinante y compleja se volvía. Y así fue como me encontré dirigiéndome a Xochimilco, con la esperanza de crear un retrato de este paisaje único y de las personas que intentan protegerlo. Fue una oportunidad para aprender sobre una comunidad milenaria que trabaja en equilibrio con la naturaleza y vislumbrar su pasado. Cuando llegué, la pregunta que más me hacía era, ¿cómo se verá en el futuro?